El Mundo al Revés

En tiempo de tribulación no hacer mudanza era la frase vademécum que amparaba el inmovilismo cuando nos sumergimos en esas “crisis” que San Ignacio de Loyola definió como “tribulaciones”. En realidad, el mensaje indica la negación de intentos de cambios en esos momentos turbulentos cuando, la mayoría de las veces, son las emociones las que marcan las acciones.

Puede que sea cierto, y no sea en épocas de crisis los mejores momentos para turbarnos con cuestiones, preguntas o interrogaciones en su mayoría retóricas. Sin embargo, para algunos es inevitable por esa necesidad ilusa de tener que encontrar explicación para casi todo cuando en realidad, casi nada, parece estar revertido de lógica en coyunturas convulsas.

Por eso, en ocasiones, incumpliendo consejos yo tiendo a identificarme con ese otro pensamiento (de no recuerdo autor) que invita a aprovechar la catarsis como acicate para la reflexión y a partir de ahí “hacer”, aunque sean muchas las ocasiones en las que me pierda en el intento o me tambaleen en exceso los sentimientos.

En general, resulta inevitable cuestionarse, sobre todo porque los humanos tememos a los cambios y nos inclinamos por intentar no alterar nuestra zona de confort en casi todas las perspectivas posibles: laboral, emocional, personal, física...como ejercicio autoprotector. No se trata de que nos cueste tomar decisiones, más bien, es el pavor a lo desconocido, ese ancestro que parece inherente al homo sapiens desde el hombre de neandertal.

En este convulso 2020 del que cada vez queda menos, confieso no solo mis temores sino también mis dudas respecto a todo. Soy incapaz de planificar o diseñar proyectos, lo que me lleva a una permanente tensión que se extiende en todos los sectores. He crecido en desconfianza, en susceptibilidad, en desengaños, recelos e incluso en seguridad. Me gusta improvisar, siempre me han gustado las sorpresas; sin embargo, también he sido meticulosamente ordenada principalmente en el terreno laboral. Ya en mi época estudiantil (esa que ahora casi todos hemos recobrado con cursos o másteres online) me fascinaban los cuadros sinópticos. Todavía cuando he de participar en alguna mesa redonda, coloquio o exposición donde tenga el honor de ser invitada, mis participaciones son ideas guionizadas. Ni antes ni ahora me ha gustado leer mis intervenciones públicas, ahí sí que me gusta tener un guión de ideas y luego solo desarrollarlas.

Pero aquellos eran otros tiempos; ahora quizás, como me dijo uno de esos amigos con quien eres capaz de verbalizar tus indelebles pensamientos de este extraño 2020, en esta etapa que vivimos, tal vez, lo más apacible sea no hacerse preguntas y quedarnos en la superficialidad o … intentar ver el mundo al revés, como nos invita a hacerlo el yoga en sus asanas que, aunque imposibles, la constancia consigue el logro de disfrutarlas y así algunas como el arado, la vela o la sirsasana te invitan a buscar el equilibrio fuera de nuestra zona de confort para “intentar ver el mundo desde otra perspectiva o desde un ángulo diferente” porque, a veces, en este universo loco, invertir el orden normal de las cosas nos ayuda a comprender mejor el mundo que nos rodea fuera de la analítica y discursiva cabeza que algunos tenemos sobre los hombros.

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