Orgull Granota

Pues no. Ni se ha acabado un sueño ni se ha cerrado un ciclo. Todo lo contrario. Creo que ayer el Levante UD abrió una etapa de esperanza y reales expectativas. Ya sabemos que podemos. El yunque se quedó lejos y en este siglo XXI esta entidad es un junco, puede tener alguna doblez, pero nacida vora mar, no hay viento ni rayo que afecte sus sólidas centenarias raíces.

El análisis futbolístico incluirá algunas críticas. Habrá comentarios decepcionantes que intentarán torpedear el camino iniciado. Se aislarán quienes quisieron ser compañeros de viaje cuando las luces deslumbran, pero a los que da pavor las sombras. También hay quien aprovechará la coyuntura para liberarse de su disfraz y mostrar sus miserias y su desfachatez en forma de provocación, codicia y hostilidad (pobres de espíritu corroídos siempre por su espíritu de sanguijuela buitre y por la necesidad de sentir alabado un egocentrismo que les aparta de cualquier valor y principio ético y moral).

Sin embargo, tras unos días sombríos donde la neblina nos impedía disfrutar de la luz mediterránea, hoy luce un sol majestuoso que ha salido para portarnos en volandas y obligarnos a abrir bien los ojos para mirar al futuro desde una atalaya desde la que se divisa una deleitosa perspectiva.

Atrás queda la desolación, algunas lágrimas, la decepción y el desencanto. En este viernes de marzo casi primaveral, el medidor emocional está en altos parámetros de orgullo, dignidad y satisfacción.

Sabíamos perder, sin desdenes ni insolencias y ahora sabemos que también sabemos ganar, sin arrogancias ni fanfarronería. Y ganaremos. Ya hemos ganado, porque vislumbramos un mañana donde, a pesar de las altas pendientes y las duras cuestas que tenemos que afrontar cada día, disponemos del piquete y el arnés que se ha construido con la fuerza, arrestos y robustez con la que te curten los socavones y las zanjas que, ahora sí, sabemos cómo esquivar.

Las semillas plantadas las últimas dos semanas han hecho brotar sentimientos que no se esfuman por morir al llegar a la orilla. Las simientes sembradas y escampadas por rincones otrora inhóspitos para la entidad levantinista, ha permitido a un buen puñado de personas aislarnos en una burbuja ilusionante que nos ha menguado el dolor de las heridas de una etapa sanitaria, social y económica depresiva e hiriente.

Ya estamos aquí. Llegamos sigilosos pero no vamos a permitir que nos arrebaten lo conquistado. No tememos al mañana porque disponemos de la certeza del crecimiento desde la honestidad, la humildad y la convicción. Nuestra naturaleza hace años que se transformó y, como exponía Aristóteles, las cosas cambian de forma y propiedades; sin embargo, conservan la identidad, la esencia y los conceptos.

El Levante UD. tiene sus singulares principios, su centenaria identidad y la esencia de la que dispone lo que nace en el seno del pueblo llano y noble. Con estos valores, la derrota en una semifinal de Copa no es un punto y final, sino el punto más visible del indicativo de una afición identificada con un colectivo cuyas dimensiones son multiplicadoras.

Atrás quedo el erial, ahora el levantinismo es un territorio fértil y estable donde el error o la derrota no son el fracaso sino el cimiento el que se sustenta el faro de guía de un mañana envidiable que nos invita a soñar por lo posible.

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