Cómo sobrevivir a la Navidad. Capítulo 3: Nochevieja

Ya está aquí. Ya llegó. En unas horas cerramos el capítulo de vivencias correspondiente a 2018, uno de esos años tan intensos que es complicado elegir la noticia del año, el momento del año, ni personal, ni profesional ni emocionalmente es fácil cuando se vive en permanente montaña rusa.

En unas horas será el momento de abrir una nueva etapa con el estreno del 2019. Dicen que el 9 va referido a los ideales, el interés universal, la sabiduría al servicio de la Humanidad….. MMM….

Mucho, muchísimo tendrían que cambiar las cosas para que el simbolismo del nuevo dígito con el que identificaremos los próximos doce meses se convirtiera en gestos, hechos…realidad. Más bien parece que va a ser una época convulsa y mucho habrá que batallar para dotar del sentido humanitario que se le atribuye al número 9 nuestra cotidianeidad.

En principio, inicia gobernando en la Comunidad Valenciana Ximo Puig y en el Gobierno de España, Pedro Sánchez, pero pocos, muy pocos se atreven a diagnosticar quien lanzará el mensaje político en el próximo discurso navideño.

El año acaba convulso y las expectativas aventuran que seguirán sacudiendo nuestras rutinas exabruptos en forma de lemas electorales, esa fiera que mantiene estresada no solo a la clase política sino, lo que es más poco llevadero, a la clase económica y a la sociedad, es decir, a la rutina de cada uno de nosotros.

Debería de ser de obligada lectura antes de recibir el año 2019 la obra de Elías Canetti, MASA Y PODER. Libro imprescindible para entender la demagogia del populismo y el desprecio que los hombres y mujeres de poder sienten por las masas, a las que, por otra parte, luchan, cada uno desde su púlpito, manipular.

Va a costar seguir buscando los motivos para intentar cada día superar obstáculos, saltar barreras, implantar un poco de civismo en el entorno y crecer en principios y valores de esos que deberían ayudarnos a vivir mejor a todos en sociedad.

Antes, eso sí, toca cumplir con todos los tópicos del día de hoy. Vestir de rojo en la ropa interior (sí la interior, por fuera parece que no importa tanto el color), limpiar la casa, abrir ventanas, enviar mensajes a toda la agenda, brindar con un anillo de oro en la copa, quitar las pepitas de las uvas (importante evitar atragantarse con los primeros instantes del año) y sobre todo, esperar de pie el año. Más o menos como casi todo en la vida, esperar, pero de pie, para que si hay que coger esos trenes que pasan rápido no nos pille desprevenidos o relajados.

No, no me gusta este día. Nunca me ha gustado y no recuerdo haber participado conscientemente en ninguna fiesta de nochevieja. Jamás he vivido un 31 de diciembre discotequero, no he viajado en esta fecha a ningún lugar y ni tan siquiera la he compartido con los mejores amigos. Siempre me he negado a participar del jolgorio de decir adiós a algo, aunque ese algo sea un año con más buenos momentos de los que se preveían y con huellas que quedaran para siempre en nuestro libro de vivencias.

Quizás, puede que mi excesiva facilidad para la añoranza y la nostalgia tenga alguna relación con mi desagrado general a las despedidas que convierte cada adiós en un pequeño desequilibro, aunque este sea algo tan superfluo como el desalojar de la agenda un número que nos ha acompañado 12 meses de nuestra vida.

El paso de los años ha acentuado esta sensación y afirmaría que en esto de sobrevivir a las fiestas navideñas, superar la noche del 31 de diciembre sin lágrimas o pellizcos en el corazón es mi gran reto. No importa cuánto lo intente, que disfrace mi emoción o vista mi sonrisa pizpireta, hoy me siento triste, nostálgica y, no tanto por los recuerdos, como por los vacíos y los silencios, los mismos que sentía ayer pero inevitablemente hoy parecen más dolorosos.

No obstante, la paradoja es que por esas rutinas que se inculcan desde la infancia o, no sé exactamente motivo ni razón, para mí el año se inicia en septiembre. La vuelta al cole es el comienzo de una nueva etapa. La vida ha querido que, quizás por deformación profesional, durante mucho tiempo continuara siendo el noveno mes del año el principio de una nueva página vital. Aunque hoy es imposible no mirar atrás y entonces….

A veces te das cuenta que no ha sido todo tan malo, porque aquí estamos, aquí seguimos y aquí está la gente que quiero. Hemos vivido un año “fallero”, con sus ratos felices y sus grandes desengaños, nos ha respetado la salud, eso que es lo más importante, pero además profesionalmente he podido sentirme partícipe de avances en hechos a los que se vinculan parte de mis ideales como es la existencia de unos medios de comunicación públicos de servicio a la sociedad, la meua societat i en la meua llengua.

Sí, estos últimos doce meses ha sido una travesía tempestuosa pero hoy llegamos a puerto. Ha habido olas que nos han empapado, pero ya estamos secos, hemos pasado momentos de silencios pero a veces, las ausencias destapan los sentimientos y al final, igual aquella persona que paseaba por tu vida no merecía quedarse cerca y al contrario, has descubierto nuevas lunas que vienen a alumbrar nuevos senderos.

Sí, inevitablemente hoy recuerdas y mal ejercicio es activar la memoria desde la melancolía porque seguro que encuentras algún llanto o lamento y pocos son los ratitos que te hacen sonreír por mucho que en 365 días (este año 366) la balanza siempre tienda a equilibrarse.

Por eso, a pesar de añoranzas y las derrotas en partidos donde jugaste mermada o donde no llegaste a participar salvo en tu mente y emoción, deberíamos otear a nuestro alrededor y percatarnos que quizás lo bueno es estar donde uno quiere estar y con la gente que quiere estar, aquí o al otro lado de ese teléfono donde no importa el lugar, ellos siempre encuentran cobertura para acercarse a ti porque como para ti, ellos, tú también eres importante.

Y con salud y el cariño de quienes te importan, sobrevivir, incluso a la nochevieja, siempre es más fácil.

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