El liviano poder de la palabra

Hay palabras sanadoras, palabras que hieren, palabras sabias, palabras gritadas, palabras escritas, palabras ruines y palabras que se lleva el viento.

Los gestos hablan, las palabras engañan.

Los gestos son perdonados, las palabras te condenan.

Por qué un abrazo tiene más valor que un te quiero, por qué una mirada es más real que un te adoro… Muy sencillo, porque hoy las palabras mienten.

En la actualidad escribimos, pero no hablamos. Nos comunicamos por twitter, facebook, washap, email…utilizamos palabras, pero ¿nos expresamos con sinceridad?, ¿expresamos lo que sentimos? ¿sentimos lo que expresamos? O ¿utilizamos las palabras para esconder nuestra mezquindad, nuestra cobardía o expandir nuestra mentira?

Del mismo modo que a veces utilizamos la palabra como cobijo, en otras el uso de las letras es para envilecerlas, es entonces cuando las convertimos en perversas, rebeldes, engañadoras y miserables.

El escritor inglés Francis Bacon expresó aquello de “calumnia, que algo queda”. Y hoy, en este siglo XXI que nos acoge, es tan fácil calumniar, difamar, agraviar chismorrear…herir.

Tal vez por ello, surge el miedo a la palabra; pero los que amamos las letras hemos de ser conscientes que no son los vocablos, nunca son las palabras, son los emisores los que las convierten en livianas para permitir que sean derrotadas ante un silencio o un gesto mucho más real, más verdadero, más innegable..

Utilizar como cobijo la palabra, hoy por hoy, no es óptimo ni saludable, porque la palabra puede aliviar y puede matar, puede engañar y puede seducir, puede calmar ausencias o provocar desazón, generar anhelos o abrir senderos, puede crear o puede destruir.

En este mundo que nos acoge tememos a la palabra porque, aunque ellas nunca mienten, la humanidad las está convirtiendo en falsas, nosotros las hacemos falsas y el temor se convierte en pavor principalmente entre esas personas que se convierten en personajes públicos.

Por eso, nunca es fácil levantarse, aunque en esta coyuntura cambalache en que navegamos, las palabras no pueden cerrar senderos, abrir grietas, causar heridas, dañar espíritus, vulnerar voluntades o agredir principios éticos, valores deontológicos, conceptos morales, contrariar pensamientos u ofender desde la mezquindad.

Quédate con los gestos, aunque no sea fácil.

Suelta los miedos, deja espacio a los sueños. Insiste, persiste, resiste, relativiza, valora, comparte.

No escuches sino es a quien amas, con quien ríes, por quien lloras y espera….porque las cosas no se dicen se hacen. Los abrazos no se piden, se dan. Los besos no se ofrecen, se regalan. El querer no se promete, se brinda. El recuerdo no se borra, se graba. Las cosas no se DICEN, se hacen.

Y las palabras se las lleva el viento.

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