Día 32 de #QuédateEnCasa

Pues bien, iniciamos otra semana, sinceramente he perdido la cuenta, creo que es la cuarta; aunque ahora dudo, a pesar de que las informaciones se han encargado de recordárnoslo todo el día. Yo personalmente confieso que estoy ya en esa fase en la que me cuesta ubicarme en el tiempo.

Además, y eso me preocupa un tanto, siento esa extraña sensación de encontrarme desubicada también en el espacio.

A nivel laboral, resulta difícil trabajar sin estar en el lugar físicamente. Seguir la actualidad periodística o contribuir a construir el relato periodístico de la jornada desde la distancia, me estresa más que un día de esos que eran antes rutinarios. Ahora, hay jornadas en las que no sé quién está de editor por ejemplo, o no recuerdo que es festivo (como me ha pasado hoy), se te olvida que no hay programa radiofónico…y todo eso con la angustia de no tener presencia en el lugar donde, para colmo, se están produciendo grandes cambios en este momento en el organigrama.

A nivel personal comienza a sucederme algo similar. Mantengo el contacto diario con la familia y también casi a diario con ese reducido grupo de amistades que te siguen aportando en positivo. Precisamente hablando con una de ellas ayer nos preguntábamos desde cuándo no hablábamos, cuando luego nos percatamos que solo hacía día y medio.

Y es que paso muchas fases del día en las que pierdo la noción del tiempo.

Tanto deporte me tiene medio lisiada. Un dolorcillo en el codo me tiene 4 días sin yoga porque hoy, cuando creía que le había ganado la batalla, ha repuntado altivo el dichoso dolorcito.
Luego está la voz, repentinamente ha vuelto casi a desaparecer por completo, en contra de lo que decía aquella canción, esta vez parece que se gasta… por poco usarla.

Dijo el escritor León Daudí que “cuanta más vacía, la vida más pesa”. Ahora entiendo realmente el significado de la frase.

Los psicólogos, o tal vez habría que decir que los medios de comunicación han impulsado o abanderado, que en el periodo que hoy comienza pasa a primera línea de batalla la fortaleza mental…porque “en el confinamiento los días pesan, la vida pesa”.

Según estos especialistas, tras el desconcierto inicial y la necesidad de crear hábitos rutinarios, ahora comenzamos a estar hastiados de ellos. Así que, tras la novedad del calendario de actividades de las primeras semanas, iniciamos ahora el periodo de las discusiones en las que la regía de la susceptibilidad y la irascibilidad toma el mando.

Las bromas de los niños ya no son tan divertidas, las preguntas de trivial ya nos las sabemos, los juegos son de repente monótonos. A igual sucede con la pareja. Sentarse abrazados a ver una película tras la cena era un pequeño regalo, pero ahora ya no les apetece ver el mismo filme. Comparten demasiado espacio durante las 24 horas del día y, según los expertos, la convivencia se resquebraja. Entre parejas, entre padres e hijos, entre compañeros de piso e incluso en el vecindario (esto último me congratula porque es lo que nos ha pasado en mi urbanización con los “irresponsables” vecinos que hemos tenido alojados aquí los últimos días).

La gente está cansada. Estamos cansados y no se trata de desánimo, sino de ansiedad. Falta el aire y parecemos desterrados al abismo porque, sinceramente, cuando todavía mueren diariamente alrededor de 500 personas, no entiendo cómo podemos congratularnos.

En esta etapa que atravesamos se vive más con el corazón que con la cabeza y se han desvanecido demasiados planes. Mirar la agenda y contemplarla vacía, o peor, tener que borrar que mañana tenía masaje (un capricho que comencé hace unos meses y repetía de forma mensual con un resultado positivo no solo físico, sino sobretodo mental), tachar conciertos de los que te están devolviendo el precio de las entradas, suprimir ese acto de representación o aquella mesa redonda en la que te ilusionaba participar, te tambalea.

Y hoy ese era el tema: el tambaleo emocional.

Varios programas de radio y artículos leídos en prensa y redes han puesto este lunes especial énfasis en la fortaleza mental del ser humano. Y a mí me ha parecido una quimera. La realidad es que has de colocar demasiados pesos para equilibrar la balanza y no percibir que la vida está vacía o mejor, que deambula sin contar con nosotros.

Así que, con tal de mitigar, toda esta amalgama de sensaciones, hoy a los medios de comunicación les ha dado por aconsejar o advertir (o mejor llenar minutos) para evitar estas catastróficas consecuencias que han justificado informando de los números de divorcios que el confinamiento ha provocado en China, el aumento de casos de violencia de género en el país, el acoso al que se somete a determinados colectivos. En fin, que, a pesar de su bagaje en psicología no han intentado tamizar con un halo de optimismo sus mensajes este colectivo de expertos.

Toda esta “importante” información lanzada mediáticamente hoy terminaba acompañada de una coletilla: hoy 13 de abril es el día internacional del beso.

“Los que tengan al lado a alguien en este confinamiento, bésenlo varias veces, da igual que sea pareja, amigo o perro; y los que están solos pues…piensen a quien quieren besar y envíenle un mensaje, “hay muchos emoticonos o gifs que en estos casos son muy aprovechables y serán bien recibidos”.

Queridos amigos, os aseguro que este párrafo es casi literal a lo escuchado por un especialista en control de la emoción o algo así, en una entrevista seria, en un medio de comunicación de alcance estatal teóricamente serio…Mmmm

Después de una sesuda (y entretenida) hora de contenido que creía, más o menos, sustancial, el argumento final ha desmontado totalmente la credibilidad de los minutos de escucha activa en la que me había sumergido.

No obstante, como no tengo compañía humana ni animal en casa, pero no me resisto a dar y recibir besos, me he sentado ante esta pantalla en blanco a escribir con el deseo de convertir en realidad la frase del novelista austríaco Daniel Glattauer: “escribir es como besar, pero sin labios. Escribir es besar con la mente”....así que estos son mis besos hoy...

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