Día 33 de #QuédateEnCasa

Hoy 14 de abril, día permanentemente vinculado con la proclamación de la República Española de la que en esta jornada hace 89 años, es inevitable evocar el advenimiento de un sistema de gobierno que también tuvo sus vaivenes, aunque nunca una inestabilidad justifica que se zanjara de forma violenta por el estallido de un conflicto bélico. Su brevedad indica que nació acomplejada y con errores, pero muchos de nuestros antepasados murieron bajo la nostalgia de haber vivido un tiempo excesivamente convulso (tal vez el verdadero motivo que la abocó a la muerte), pero repleto de principios de LIBERTAD.

Imaginar cómo sería este país si el alcance de muchas de aquellas libertades (como el sufragio femenino o la presencia de la mujer en esferas de poder) se hubiera mantenido en el tiempo es perdernos en ensoñaciones. Lo cierto es que, quienes la vivieron, al menos todos los que yo conozco o he conocido, coincidían en que era esa la forma de gobierno que más valoró el concepto de sociedad y de libertad.

Y algo de realidad deben de evocar cuando la describen, porque era la República lo que ensalzó Aristóteles e idealizó Platón, quien la consideró además como la perfecta forma de gobierno puesto que en ella, “la política está subordinada a la moral”.

Moral, es quizás el concepto más necesario en esta intoxicada coyuntura que vivimos.

Moral y sociedad, dos factores que, aunque no disponen de nexos de relación común directa, deberían ser vinculantes en estos países que nos decimos “desarrollados”.

Hoy se podrían decir muchas cosas sobre moral y sociedad en este día de recuerdo del advenimiento de la República como forma de Estado. Sí, sería un buen momento para plantearnos la necesidad de la existencia de otras “formas” o “personas de Estado” que andan ¿escondidas?; pero, al menos yo, por respeto a la coyuntura que nos envuelve y a esos miles de vecinos, amigos o ciudadanos que están marchando con la parca por un maldito virus, creo que hoy es mejor callar.

Me niego a contribuir a esparcir la mierda (con perdón) que desde muchos sectores y colectivos (no solo políticos) están lanzando desde la inconsciencia de no entender que después del coronavirus (que ha venido para quedarse y ante el que solo desde la ciencia podremos mitigar su crueldad) la crisis sanitaria devendrá en crisis social, económica e institucional.

Eran muchas las dudas anteriores al Covid-19 sobre el concepto actual del sistema de Estado y no por caricaturizar a determinados personajes desde el corifeo mediático (tan tóxico en algunos casos como lo son las redes sociales) se va a mitigar la necesidad del cambio de una reforma estructural, si no del Estado, al menos sí de la sociedad.

Eso llegará, pero antes, hoy, en este 14 de abril de 2020, la depresiva sociedad española sumida en un confinamiento que altera no solo la mente sino también las ganas, no dispone de la lucidez óptima para romper la apatía que nos tiene prisioneros.

Llegará el día de las reflexiones que, lejos de ser someras, habrán de ser profundas siempre que atendamos la fuerza que, como sociedad, deberíamos querer tener. Y no me refiero a ejercer el voto a cada llamada electoral, sino a la exigencia de la defensa de nuestros derechos fundamentales (algunos como leí en este artículo del catedrático de derecho procesal, Jordi Nieva - https://eapc-rcdp.blog.gencat.cat/2020/04/08/la-libertad-en-tiempos-de-pandemia-algunas-reflexiones-jordi-nieva-fenoll/ - contravenidos en este estado de alarma) y de nuestra idea de pueblo.

Eso llegará, o debería llegar, y ante ello soy moderadamente pesimista porque será necesario que demostremos valores que se empeñan estos días en elogiar de nuestra sociedad y que no está siendo en su totalidad real.

Por ejemplo, hablamos de solidaridad y generosidad porque salimos a aplaudir cada día a las 8 de la tarde a los balcones, pero hoy son varias las noticias que se refieren a ese mismo "vecindario solidario" porque en él también cohabitan individuos que cuelgan mensajes en el ascensor o en las puertas de las casas de vecinos sanitarios o trabajadores de mercados y supermercados, “recomendándoles” que se marchen a vivir fuera de SUS casas, para no encontrárselos en el ascensor, no vaya a ser que traigan el bichito a la finca.

Esa ejemplar sociedad española, es la que insulta a un niño enfermo por ir por la calle y le obliga a llevar un brazalete como en la sociedad fascista alemana.

Esa misma sociedad que se elogia es la torticera que manipula mensajes en redes sociales o distribuye montajes fotográficos.

¿Esa es la ejemplar sociedad española?

Perdonad, pero hoy mismo que he vuelto a bajar la basura he comprobado cómo el garaje tenía la mitad de la mitad de los coches que lo inundaban la pasada semana. Sí esa semana en la que, el pueblo ejemplar estaba confinado y que, por ejemplo en mi urbanización tuvieron que expulsar a inquilinos de las pistas de pádel o tener durante 3 días un coche de policía en la puerta de la urbanización agazapado para evitar que “esa ejemplar sociedad española" no se dedicara a cruzar a tomar el sol en la playa o…quedara en grupos a pasear al perro.

No seamos quiméricos.

Es cierto que también se han producido actitudes elogiables, no voy a demonizar a todo un pueblo por hechos que, quizás, sean singulares.

Hay jóvenes que están ofreciéndose solidarios a llevar comidas a los mayores. Y hay sanitarios que, voluntariamente, se han reincorporado, antes de o cuando ya había finalizado su vida laboral, a trabajar para SALVAR VIDAS, poniendo incluso en riesgo la suya y la de su entorno. Y hay familias enteras que se han quedado sin trabajo y permanecen en casa sin vislumbrar un mañana ofreciendo ratos de permanente alegría a sus niños. Y hay vecinos que se ofrecen a hacerte la compra (de esos, también tengo en mi vecindario, pocos, pero también los hay, no creáis que vivo rodeada de monstruos inhumanos). Y hay personas que llevan ya semanas cosiendo mascarillas casi sin descanso (ayer oí que la venta de máquinas de coser domésticas se había triplicado). Y hay psicólogos que ofrecen servicios gratuitos a personas que requieran de ayuda para domesticar sus emociones. Y hay propietarios que han condonado el alquiler de sus casas a sus inquilinos. Y hay planes culturales gratuitos para acceder a libros, exposiciones, películas o conciertos desde distintas plataformas.

Hay muchos factores que son rayos de esperanza en un terreno ario y puede, solo puede, que si recogemos los anhelos de una situación extremista como esta, comience el quiebro de las estructuras de una sociedad mundial que nos había envilecido como especie, aunque ahora nos tenga desubicados….Son tantas las necesidades de gritar que a veces es necesario metabolizar para no quemar la fuerza en un solo intento.

Para ello habremos de extraer conclusiones como individuos y como pueblo de esta época de primavera prisionera si queremos vislumbrar en esos pequeños gestos éticos, generosos y solidarios, un horizonte que nos invite a extraer conclusiones idealistas a esta etapa que atravesamos. Hemos de hilvanar resoluciones que, a igual forma que humanamente sentimos ansia de besar y abrazar, ambicionemos también construir un mundo mejor que habitar.

Un mundo donde se respete a la naturaleza, exista asentadas en sus principios la ética moral, allá un afán de intereses íntegros, brillen fundamentos políticos serviles a la ciudadanía y no a la inversa, donde exista una deontología profesional, se reproduzcan comportamiento ejemplarizantes…solo si es así, habrá valido la pena el sacrificio de tantos de nosotros y, solo entonces, podremos enorgulleceremos de nuestro rol como animal social y demostraremos que jamás se puede banalizar la expresión de un pueblo.

Pero para ello la ciudadanía, nosotros, hemos de dejar de ser masa y pensar y reflexionar en soledad, sin influjos ni influencias. El pueblo ha de creer y demostrar con hechos y gestos y no exhibir como triunfo aquello de lo que todavía escasea porque, aquí hoy me quedo con el refranero español, “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”... y esta sociedad, incluso en este confinamiento, sigue exhibiendo muuuuchas de sus carencias.

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