Día 36 de #QuédateEnCasa

Cuando está a punto de finalizar la ¿cuarta? semana de confinamiento, cuando se acerca el fin de semana que, para la mayoría de la sociedad, no es más que un día más pero con más opciones de programación televisiva y menos programas de radio, seguimos rehenes de esta etapa que, por desgracia, nos ha establecido ya nuevas rutinas.

Sin pretenderlo, hemos adaptado un abanico de calendario de actividades en esta nueva coyuntura que ya han devenido en hábito.

Inicio de jornada laboral, saludos a amigos y compañeros y el ya clásico “qué tal…todo bien”, “cómo amanece el día, qué tal la noche”, luego el deporte, la ducha, el desayuno y a engancharse a la frenética jornada con automatismos ya definidos.

Luego llegará la hora de la lectura, el ejercicio vespertino, otra vez la ducha, la video llamado familiar, cierre de la jornada laboral, escritura, lectura y muere el día. A veces, en ese último instante recuerdas que hoy no has sabido nada de aquella amistad o que la video llamada te ha cogido en la ducha y hoy no has visto los niños o que se te ha olvidado preguntar por…y ahora es tarde, aunque quizás todavía suena el teléfono para que alguien te pregunte si ya lees el libro que te recomendó o te aconseje alguna canción para salir de ese insomnio que también comienza a invadirte sin poder huir de él.

En definitiva, que, en solo cuatro semanas, nuestro mundo “antes de” es un recuerdo vago y ya cubrimos cada jornada por inercia. La vida pasa sin que pase nada o peor, los días se suceden con las mismas andadas que casi son ya tradiciones.

El ayer es una imagen que va borrando su nitidez, aunque añores muchas de aquellas cosas; pero claro, ahora todo va a cambiar e imaginas nuevas formas de vivir. Al menos, es eso lo que te repiten constantemente, no?, “nada será como antes”. Te reiteran con tanta asiduidad la frase que has comenzado a visualizar ese día en que saldrás de casa sin miedo, acudirás a la peluquería, irás de compras, volverás al trabajo…e insisten en las encuestas (simplemente para cubrir horas de programación o páginas en los medios) que te cuestiones qué es lo primero que harás, dónde irás, a quien abrazarás con más ansia, que rutina de estas mantendrás…al fin y al cabo, el bichito está alborotando demasiadas cosas pero se van a extraer algunas lecturas positivas, no?...

Ya sabéis de mis titubeos al respecto porque dudo que algunos vicios del sistema social se hayan extinguido hasta perecer, pero… no importa, ahora estas inmersa en otro mundo, excluida del universo que existe más allá de estas cuatro paredes y una terraza que te permite vislumbrar un horizonte que no alcanzas a divisar, porque es el hoy el que te sacude el alma y no impide que, a pesar de superado el mes de encierro, todavía te desoriente esta nueva cotidianeidad.

Deambulas con un estrés innecesario, sin aceptar que esta singular etapa también tiene días en que necesitas romper la rutina. Nos comprometimos con tanta ansia a ocupar el tiempo que, sin pretenderlo (o tal vez sí) hemos convertido en obligación esa agenda de tareas sin tener en cuenta que hay días que ésta también nos asfixia.

Te duele el brazo y sin embargo haces deporte. Suena el despertador, tienes sueño, pero has de madrugar para, aunque no sea necesario, estar a la hora de apertura de la jornada laboral presta y dispuesta (aunque languidezca la información e inevitablemente dispongas luego de momentos de asueto o vacío en tus funciones profesionales). La cabeza está aturdida, sin embargo, has de dar esa clase de inglés. No te apetece comer ahora fruta, no obstante, has de mantener las horas de comida…y ahora hay que merendar.

¿Era necesario la rigurosidad para administrar este tiempo de confinamiento? ¿Eran necesarias tantas “obligaciones”, organizar todas las horas y ser tan disciplinados en los nuevos hábitos?

Nos creímos que solo si planificábamos con contundencia y severidad, el ritmo diario sería más complaciente con esos sentimientos de ansiedad, zozobra, incertidumbre, inquietud, desasosiego, miedo, soledad, añoranza, abatimiento, desánimo…y toda esa amalgama de emociones que nos podría acechar en este prisionero periodo vital.

Nos creímos que solo diseñando rutinas la motivación nos ayudaría a superar con mayor facilidad estos días. El plan era perfecto. Nos convencimos que era verdad certera aquello que escribió Mario Benedetti “Hoy fue un día feliz. Solo rutina”.
Sin embargo, hay días que nos cuesta discernir qué “rutina” es la que convierte en feliz la jornada. Porque hay días que hacer deporte te asfixia; estudiar esa lección te agobia; responder aquel mensaje te fastidia…pero no puedes desfallecer, has de seguir “luchando” y eso conlleva inevitablemente no sesgar el ritmo impuesto.

¿Por qué somos tan autoexigentes?

Hay días que solo te apetece “sobrevivir”, reír o llorar, sin que su significado represente una mayor fragilidad emocional o un resquebrajo del ánimo. A veces el dolor es vertical y el día muy largo y todo resulta un fastidio cuando simplemente quieres tirarte en el sofá esperando que la luna aparezca.

Luego habrás de batallar con la larga noche en la que se agolparán los recuerdos y las vivencias ahora alteradas por la coyuntura que nos ocupa. Y a pesar de la sensación de somnolencia, el desvelo te conquista para eternizar este duermevela bajo el anhelo de la nostalgia por la añoranza de un pasado que se resiste a reposar en la nocturnidad de otro extraño día que aun agonizante, no acaba.

Das vueltas en la cama, enciendes la luz, lees un rato, parece que viene Morfeo…pero no. Te levantas y vas a la cocina, “tal vez un vaso de leche caliente”…y regresas a la cama…ya es mañana y volverás a tener la agenda del día repleta de labores.

Pues no. Hoy me sublevo ante tanta disciplina y voy a desobedecer al calendario aunque luego el subconsciente proteste por mi insubordinación. Otra vez esa dicotomía entre discernir, elegir…dudar hasta perturbar.

Repito, PUES NO. En este día, no he hecho deporte, me dolía la cabeza y no he leído ni he estudiado nada, he cumplido justito con mi labor profesional y ahora estoy holgazaneando ante la pantalla como pienso seguir haciendo al cubrir de letras esta hoja en blanco….aunque…

Mmm…quedan pocas páginas a la novela y es ahora cuando más a gusto leo, no? estoy cansada de este escenario, tal vez es mejor seguir en la cama, no? Ay, hoy no he hablado con… ¿será tarde ya?...

Al final, no importa el tedio de esta nueva monotonía, hemos caído en sus garras, seguimos (sigo) siendo vulnerable, así que, bona nit, me espera la cama y la novela…como cada noche… desde hace ya 36 días.

Volver