Día 40 de #QuédateEnCasa

Hoy 21 de abril el día surge en el calendario con estas premisas:

-Fin de las "vacaciones" de Pascua.

-Llueve desde antes de amanecer. ¡¡¡Otra vez!!! Se ha empeñado el sol en no salir. Según los meteorólogos, desde que comenzó el confinamiento, a orillas del Mediterráneo, el astro rey solo se ha dejado ver uno de cada 3’5 días. Un porcentaje mísero y difícil de soportar a quien vive familiarizada con su presencia. Amig@s del norte, ¿cómo vivís semanas sin ver el sol?

-Cumpleaños de Nerea. Casi todos la conocéis. Mi trastito. De sonrisa cautivadora, alegría permanente, siempre canturreando, es como retroceder 40 años y ver a su madre, mi hermana pequeña, en ella, pero con otro color de pelo. Nerea es semanasantera, fallera, gimnasta, creativa (con solo 9 años ha ganado premios en dibujo y concurso de cuentos), algo reservada, a veces no imaginas que cruza por su mente si es una trastada o un análisis de esos que solo son capaces de realizar la mirada inocente de un niño.

El trastito hoy cumplido 10 años y, aunque hemos compartido con video llamada el momento de soplar sus velas con dos dígitos por primera vez, siempre pellizca no poder estar junto a ella, porque ella es extremadamente cariñosa y, aunque de aspecto frágil, dispone de una fortaleza interior increíble.

Con estas propuestas nacía un día que me retaba a evidenciar la fortaleza de esa nueva actitud que ayer intenté capturar de entre tanto quiebro emocional sufrido los últimos días. El desafío personal gestado ayer con altanería se topetaba hoy con todas estas amenazas, triviales en otra coyuntura, pero provocadoras en esta etapa de encierro.

Sin embargo, la "YolVeroAdriana" que me he empeñado en recuperar estas próximas semanas, ha brotado empoderada para consolidar su presencia ante tanta coacción sensiblera. Aunque ahí está ese mi "otro yo" arrogante que no pretendía dejar la posibilidad de, con tantos preceptos a su favor hoy, devolverme al estado de melancolía y tristeza de las últimas jornadas.

Su primer intento ha sido un fastidio y un primer sobresalto y es que me he dormido. Sí, hoy mi despertar ha sido tardío. De hecho, he superado las 9 de la mañana en la cama. Ayer tuve la genial idea de incluir una canción "optimista" como despertador en lugar del ruidoso sonido habitual y el resultado ha sido que no ha sonado ni la canción ni el efecto de sonido a su hora y, aunque ayer noche no superé las 2 de la madrugada despierta (¡bien!), no he levantado el párpado hasta superadas las 9 de la mañana. Bueno, en realidad, solo eran las 9 i 4 minutos pero ahí estaba el "otro yo" acechando para flagelarme por no estar en mí puesto de trabajo a primera hora.

Además, al subir la persiana compruebo que, efectivamente, como desvelaba el sonido lluvioso, el día estaba ennegrecido. Un 21 de abril gris y…se cruza por la mente la figura de Nerea.

No obstante, mantengo las bridas. Saludo a los compañeros de trabajo disculpando mi retardo; aunque está todo controlado. Mi editor es un trabajador incansable, pero además una de esas personas encantadoras que te retratan emocionalmente y son siempre generosos.

Intercambiadas las primeras informaciones del día, decido que voy a cambiar la rutina y comienzo con el ejercicio, bicicleta estática (20 km.-por ahora esa es la media, aunque esta semana tocará subir el ritmo) y el stepper (con él me vine arriba el fin de semana de holgazana. Este fue mi único ejercicio y he pensado en seguir mimándolo con prioridad, 20 minutos, casi 900 pasos -o como se llame- y 121 quilocalorías quemadas).

Llega el momento de repasar la actualidad: prensa, twitter…siguen siendo repugnante muchas de las publicaciones pero entre todas siempre hay algún artículo valioso, hoy me quedo con el del buen amigo Felip Bens y su columna sobre el futuro del fútbol. Desde su atalaya su reflexión es serena y algo utópica porque aunque, sabedor del interés del poderoso "don dinero", su perspectiva se deduce fácilmente: "la burbuja del fútbol ha explotado y aquí sí que nada va a ser como antes, al menos en un periodo mínimo de un par de años”. Cuestiones a debatir en otro momento, aun así aplaudo un poco de “seny” entre tanto despropósito en las publicaciones en redes y en los medios en general.

Alterno mi labor profesional con las llamadas rutinarias a familia y amigos y el ya monótono, "¿Qué tal?", "Todo bien"...y au! Nadie está para mucho más, atrás quedaron las bromas y los afectos de los primeros días incomunicados físicamente. Estamos tan cansados todos. “¿Pasa algo?” “No, nada es que estaba….”. Titubeas un momento…mmm… ¿pasará algo y no me quieren preocupar?, ahuyentas los pensamientos catastrofistas y buscas otro saludo matinal. También parco en palabras.

Bueno, hoy no será el día. Lástima, para un día que amanezco con tono de voz. Mejor seguir con la jornada laboral. Antes por supuesto la elección del nuevo vestuario tras la ducha. Exiliados los chándales y las camisetas, el fondo de armario permite una variación en la vestimenta, igualmente cómoda y confortable, pero sin atisbo de desaliño.

Sin embargo, al abrir esa parte del armario que ha permanecido casi cerrada semanas, encuentro hasta 3 vestidos con etiqueta. Entonces recuerdo que, poco antes del confinamiento y apuradas las rebajas sin ninguna compra (la economía no estaba boyante después de las fiestas navideñas, la reparación del coche y un par de imprevistos extra) sucumbí a la tentación de darme un capricho. A veces, no se trata de "ir de compras", simplemente, por casualidad encuentras una ganga, alguna pieza fuera de temporada y te dejas llevar por un impulso. Miras la cartera, ahí está la VISA. Perfecto. Siempre está el señor VISA por si es necesario algún “capricho”. En realidad fueron tres. Sí, tres vestidos que permanecen con etiqueta guardados a la espera de su oportunidad de estreno.

Continúa el día pero, en horas vespertinas vuelvo al armario. ¿Y si me pruebo la ropa nueva?, no recuerdo si me los probé o esperé al llegar a casa. (Esto de la prisión forzada está teniendo una repercusión directa sobre tramos de mi memoria y de algunas de aquellas secuencias vividas "antes de").

Sí recuerdo que me provocó cierta zozobra comprobar el innecesario gasto realizado cuando llegó la factura de la tienda y que el remordimiento me originó cierto auto enfado; aunque creo que, al comentar con mi amiga mi enojo por haber dado una tregua a mi racionalidad y dejarme llevar por determinado impulso comprador, me envió uno de esos mensajes que, intento rescatar porque, ya aquel día consideré que podía aportarme una buena reflexión. Busco en el teléfono, entre papeles y ahí está, una frase aplicable también en esta etapa "La vida en la tierra es solamente temporal; sin embargo, algunos viven como si fueran a quedarse aquí eternamente y se olvidan de ser felices.".

Sigo rebuscando entre los papeles porque, aquella frase tenía una segunda afirmación que me cautivó. Ahí está. Tengo la manía de escribir en una pequeña libreta las oraciones que leo para recurrir a ellas en algún artículo o simplemente para, de vez en cuando, repasar su lectura. Entre ellas encuentro la segunda parte de la oración del mensaje: "El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables".

Me encorajina no recordar el autor de tan real y actual reflexión, porque cuan de certera tiene cada una de esas palabras encumbradas ahora desde este confinamiento porque, desde este aislamiento forzado que algunos acompañamos de soledad física, quién no ha rememorado aquel instante breve como uno de los momentos más valiosos, añorados o "felices" vividos "antes de". Tal vez fue “un instante breve” pero ahora pasamos horas recordándolo por su magnitud emocional y el entusiasmo que nos ocasiona rememorar aquella anécdota o situación que se ha convertido en “inolvidable”.

El autor va más allá cuando afirma que también existen “cosas inexplicables y personas incomparables”. Sí señor. Ahora evocamos aquel otro hecho que provocó aquella inesperada e "inexplicable" reacción a la que ahora otorgamos el máximo valor por cubrir las carencias en estos días de tanto vaivén emocional.

¿Y la singularidad de las personas? En efecto, nadie es imprescindible. En esta coyuntura lo estamos experimentando. Ni en el trabajo, ni el devenir de la cotidianeidad, ni en nuestra rutina somos nadie imprescindibles, aunque nadie es incomparable a nadie. Todos disponemos de defectos y virtudes que provocan afectos o desafectos, filias o fobias, pero, al fin y al cabo, emociones singulares. No se mesuran los cariños ni los quereres, precisamente porque ante la realidad de que cada persona es incomparable, los sentimientos que albergamos sobre ella son igualmente exclusivos.

Oscurece, hoy mucho antes porque la luz ha sido tenue toda la jornada. Tras pasar la tarde entre palabras y “momentos”, descubro con entereza que no hay aflicción en mí. He vivido, leído, ejercitado cuerpo y mente pero no hay morriña. Vuelvo a ver a la trastito antes de dormir. Los vecinos tras los aplausos le han cantado el cumpleaños feliz. Ventajas de vivir “en el poble”, en el barrio, en un vecindario amigo. Está feliz. No olvidará su décimo aniversario (tampoco nosotros) pero reconforta y mucho su sonrisa. La contemplo sin lágrimas, al contrario, satisfecha de, desde la distancia, haber aprendido de ella una nueva lección. El llanto es el recurso fácil de los débiles, no hay que pedir perdón por dejar caer las lágrimas, pero hoy Yolanda-Adriana-Verónica, no ha vertido lágrima, ha sonreído porque, ha sido esta poliédrica personalidad rescatada ayer la que ha logrado tamizar las emociones desde el positivismo, relativizar las sensaciones y domesticar un corazón indócil en la aflicción.

Ese ha sido hoy mi pequeño gran triunfo que deja una sonrisa ahora ante esta pantalla porque……..a veces, no se trata de querer sino de intentarlo y después de 40 días, tal vez, puede que comience ahora a saber manejarlo. Al fin y al cabo, como ayer aprendí, el secreto está en la actitud.

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