Día 41 de #QuédateEnCasa

Aviso que afronto sentarme ante esta pantalla hoy bastante crispada. No sé si es mejor entrar en fase de melancolía que en este estado de rabia porque, cuando no tienes compañía para que pague los platos rotos, es muy tentador arrojar sobre una pantalla (o en cualquier red social) todo esta ira que te genera una situación que, por mucho que la disfracemos (y nos disfracemos), está en un tris de pasar de muuy larga a insoportable, con mucho de fastidio y tedio y con una alta dosis de irritación e irascibilidad.

Atemperar los nervios ante ciertas aseveraciones, discursos, exposiciones o conductas es, cuando menos complicado. Y hoy ha sido uno de esos días.

Por un lado, independientemente de ideologías y del afecto o desafecto con la clase política, la imagen que ofrece el Congreso de los Diputados en este confinamiento es perjudicial para todos los que allí se sientan.

Yo creo que para casi todos los que representan esa “soberanía popular” de una sociedad que está más pendiente de la respuesta a esa llamada de teléfono a los familiares, la preocupación por la incertidumbre de su vuelta al trabajo (quien disponga de él), hacia dónde redirigir su futuro profesional (aquellos que ahora viven en un ERTE, con el comercio cerrado o directamente en el paro), si han de comprar mascarillas, cómo evitar el contagio o la desolación por la pérdida de algún amigo o familiar, la crispación permanente entre los políticos y la falta de claridad, no solo en algunos comparecencias públicas, sino también en entrevistas incendiarias o en redes sociales o en argumentarios donde también es partícipe la prensa, es una rémora de la que, en cualquier pueblo “normal”, les costaría desprenderse a la mayoría de ellos (o a todos). Y me refiero a los polític@s.

Mientras, la ciudadanía afronta con temor la hora de ir al mercado para tener acceso al mayor número de productos sin hacer excesiva cola y encontrándose con la menos gente posible y vive ávida de sosiego y mensajes de calma que le dibujen una perspectiva más allá de las cuatro paredes en las que somos rehenes.

El miedo está en la calle se ha extendido y es notorio. Tal vez con la presencia de los niños la fisonomía triste de la calzada o el paseo se merme; aunque hoy la realidad es que nadie habla con nadie, las avenidas están vacías y cualquier pequeño sonido provoca un espasmo imprevisible a cualquiera que en ese momento, por motivos de necesidad, esté fuera del refugio que representa hoy nuestro hogar.

Hoy me ha ocurrido a mí. Salgo una vez por semana de casa para abastecerme, a veces cada 10 días, la basura la bajo directamente al garaje, salida en coche y entrada por la otra puerta; pero hoy he pensado hacer ese recorrido hacia el contenedor caminando. El trayecto son escasos metros, solo cruzar la urbanización y depositar en cada contenedor las bolsas. Pero ha sido toda una odisea. No solo vas encerrada bajo una capucha, mascarilla y guantes sino que no utilizas el ascensor y si te encuentras a alguien en el contenedor te sitúas no a 2, sino a 4 o 5 metros de distancia. Luego subes, intentas seguir la actualidad, hoy es todo política y conviertes el pánico que acabas de vivir en estrés.

Aparcas la política nacional y, ¡vaya hombre! También tocaba hoy debate en les Corts. La perspectiva era más llevadera y el tono no era tan nauseabundo. ¿Será cierto que, por una vez, los representantes de la Comunidad Valenciana han aportado sensatez a la coyuntura para que la sociedad valenciana no salga tan herida de esta coyuntura?

No voy a entrar en debate político, ni este es el lugar, ni quiero verter opinión que genere debate. Además mi intención no es perder amigos y, lo que antes era un tema de conversación distante ha pasado a ser un argumento beligerante. No, no voy a caer en la tentación. Llegará el día y el momento.

Después de apagar cualquier medio que me conectara con los mensajes políticos, intento centrarme en mi labor profesional y de nuevo percibes un hedor que, aunque tamizado, no deja de revolotearte los sentidos, porque seguimos a vueltas con el fútbol. Que si en Holanda ya están entrenando, que si la Bundesliga comienza el 4 de mayo, que si la OMS “recomienda” no celebrar acontecimientos deportivos en Europa hasta finales del 2021, que si la UEFA está reunida, que si el CSD ya tiene pactado el calendario de lo que queda de Liga….dimes y diretes, noticias y rumores, información y propaganda…

Está siendo complicado hilvanar un relato medianamente veraz y ético, sobre un ¿deporte? que sí, sabemos ocupa un porcentaje alto del PIB de este país pero…Y en eso, en la exposición de temas, un compañero comenta “Oye, ¿y qué pasa con el fútbol femenino?, hemos hablado hasta de la LEB Oro (que para los que no lo sepáis –cosa que es lo normal-, es la segunda categoría de competición nacional de baloncesto), pero ¿alguien sabe algo de la Liga Iberdrola? (máxima división del fútbol femenino nacional).

Y yo, que no me gusta definirme como feminista ni muchos de los conceptos que utilizan la terminación –ista porque parece que ello te circunscribe a pertenecer a una especia de secta o es munición para, de alguna forma, estigmatizarte, piensas ¿de nuevo va a ser la mujer la última de la fila?

Ahora, cuando me acabo de leer además, casi seguidos, el libro de Carme Chaparro “Calladita estás más guapa” y la novela de Sandra Barneda “Las Hijas del Agua”, barruntas que la involución social que va a experimentar esta sociedad en las relaciones después del coronavirus, no debería dejar de nuevo desvalida a las mujeres cuando, son precisamente las que, en un mayor porcentaje de población, están en esos grupos de “héroes” de esta pandemia.

Ayer leí que casi el 60% de sanitarios que están trabajando estos días son mujeres. No quiero ser chauvinista, creo más en la meritocracia que en la paridad, además, son números lógicos porque si, según los últimos análisis demográficos, la mujer representa el 53% (o el 51% según la fuente) de la población, sería “normal” que esta tuviera mayor representación no solo en la sanidad, sino también en esos otros colectivos que participan de forma directa en atajar esta enfermedad cuanto antes.

Otro tema controvertido y otro argumento que tampoco me entusiasma ahora exponer.

Entonces, ¿nos quedamos con lo trivial?, ¿os cuento cómo he pasado un rato esta tarde probándome toda la ropa que tengo en el armario con etiquetas porque este bichito no me ha dejado ocasión de estrenarla? No es un tema de mucho interés pero, es una realidad más doméstica. Porque, bueno, vale, me podía haber puesto cada día un modelito nuevo para arreglar la casa, pasar horas ante el ordenador, tumbarte en el sofá después de comer….nadie me lo prohíbe. Bueno sí, mi desencuentro con la plancha, uno de esos utensilios con los que nunca me he llevado bien. Nuestra relación, dentro de la necesidad, es escasa. Yo soy más de Chanel y de aquello de “la arruga es bella”.

¿Arruga? Me percato que, quizá, estos días de confinamiento concluyan con algo positivo y es cómo, del mismo modo que voy a salir con una larga y emblanquecida melena por la presencia masiva de canas, la piel va a surgir de este encierro, tersa y suave como no recuerdo desde cuando no era así. El aspecto puede ser tétrico, pero la cara después de más de un mes sin sufrir los efectos del maquillaje ni la aplicación de la BB cream ni la anti ojeras, pero eso sí, manteniendo el ritual de lavar la cara y aplicar la crema nutritiva cada noche, dispone de una luminosidad inaudita.

Todo lo contrario que el tono de piel. ¿Os he recordado que hoy ha vuelto a no salir el sol?, Una información elaborada esta tarde por los compañeros de meteorología destaca que en los últimos 35 días, en València solo hemos tenido 148 horas de sol, algo inaudito desde que existen registros meteorológicos.

Con esos bajos niveles de serotonina y con la hiel altiva por tanta mezquindad es casi imposible una salida sin sombras de este estado de alarma…y ahora ya ha caído el día y a estas horas, aún con entereza, es complicado batallar para ubicar en primer plano del estado de ánimo la resiliencia y no rumiar ese futuro lleno de incerteza.

Sin embargo, esta semana el reto es mantener la serenidad. Solo de este modo identificaré con mayor facilidad los tipos de pensamientos que deambulan por mi interior y cambiaré el foco de la desidia o la nostalgia para mirar de soslayo con perspectiva el día que poder tener una rutina que no esté invadida por el pavor o el bicho y al despertar la primera cuestión del día sea discernir qué vestido me pongo hoy.

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