Día 50 de #QuédateEnCasa

Abrimos mes con uno de esos días en los que he dormido apenas unas pocas horas (a qué mala hora escogí un libro con una trama con tanta incertidumbre. Lo que me faltaba para acrecentar mi insomnio. El próximo va a ser una novelita romántica que siempre acaba bien, no un thriller con dos historias paralelas que me tiene enganchadísima).

Sin embargo, y aunque hoy mi intención era no poner despertador (no lo he puesto) e incluso no trabajar más que lo imprescindible, a las 9 ya estaba dando vueltas en la cama un buen rato. Y eso que pasaban bastante de las 3 de la madrugada cuando me asomé por última vez a la ventana. Ahí continuaba el control en la entrada de la autopista. Me tranquilizó. La pillería con que los madrileños, con nocturnidad y alevosía, aparecieron por la carretera en Semana Santa los tenía en alerta, esta vez no iban a tener fácil saltarse el confinamiento (y perdón, no es “xenofobia” ni nada similar, no es una utopía generalista anti madrileña, pero yo lo siento, los que “invadieron” en Semana Santa mi urbanización de incivismo procedían de Madrid. Dato 100% corroborado).

Entre unas cosas y otras la noche ha vuelto a estar dominada por el insomnio. Así que mejor activarse, dejar de remover sábanas y a trabajar. Mañana, si la situación continúa así me veo a las 6 corriendo por el paseo…y eso que yo no soy de las que le gusta (o gustaba “antes de”) madrugar, ni tampoco correr.

Tal vez este tiempo de encierro ha modificado mis costumbres…adquirir hábitos saludables siempre es positivo. Estaremos alerta.

Por cierto, no sé la razón por la que utilizó el plural mayestático y me reitero en eso del uso de la primera persona en plural. Quizás no quiero hacer de menos a mi sombra. A esta práctica también estaré en alerta.

La realidad es que en esta jornada festiva, tras una noche nada restauradora, he amanecido con una extraña energía y ausencia de una modorra que claro, esta tarde ha sido la reina dominante de mi cuerpo y mente.

He comenzado la sobremesa sesteando mientras iniciaba la visualización de una película, pero me ha hechizado Morfeo y cuando ha marchado y he abierto los ojos el sol estaba ya a medio esconder y en la televisión, la segunda de las películas programadas en ese canal, se encontraba a punto de finalizar.

A pesar de ello, durante toda la mañana e incluso a estas horas, me hallo emocional y físicamente desubicada. Siento una extraña energía que no acierto a definir, no sé si es ansiedad, estrés o “desfici”, y eso que he cubierto una clase de yoga (de las que tengo seleccionadas como “dura”) y mis 30 minutos de stepper.

¿Me habré excedido con el dulce?

Yo no soy excesivamente golosa, puedo pasar semanas sin tomar helado en verano y ni en mi infancia me atraían las chucherías. Además, por mis problemas digestivos cuido mucho los excesos; aunque curiosamente, ni en los peores momentos vividos cuando aquella indefinible bacteria se adueñó de mi aparato digestivo me sentaba mal el chocolate por ejemplo. Eso sí chocolate con leche. Al no ser golosa el chocolate puro me provoca rechazo. Y eso que yo muy pocas veces soy de grises.

Sin embargo, esta semana he sentido necesidad de azúcar. En uno de esos artículos ¿leídos? (mmm…devoro tantas publicaciones en este encierro que a veces solo retengo conceptos o frases sueltas que no ubico en ningún medio, no sé si he leído, escuchado o visto), un nutricionista (¿O era un psicólogo?), hablaban del “picoteo emocional” que provoca la tensión psicológica que genera este enclaustramiento. Era algo así como la necesidad de ir a la cocina reiteradamente. El especialista (no sé si de nutrición o psicología) recomendaba tener fruta (incluso ya lavada y cortada) a la vista, para evitar caer en la tentación de ingerir productos más elaborados y mucho menos saludables.

Yo, no tengo una despensa repleta de galletas, bollería o dulce nunca. Salvo hoy, bueno ayer.

Después de vivir dos tardes una ansiedad compulsiva no menguada por el consumo de plátanos y manzanas (es lo que tengo a primera vista en la cocina), como ayer había de ir a la farmacia llegué a hacer cola en el horno, pero no en cualquiera, me fui al mejor y al más próximo a casa de mis padres, es decir, recurrí, otra vez, a mis raíces. Ahí estaba yo en La Tahona del Abuelo, el establecimiento más antiguo del Cabanyal (fue inaugurado en 1886). Me abastecí de galletas, panquemao, chocolate, y la dependienta me preguntaba ¿algo más? Y aún compré nata montada y un pastelito de hojaldre que no superó la tarde de ayer.

Así que ahora, sí tengo provisiones dulces almacenadas. No creo que afecte a mi dieta ni a mi peso. A pesar de mis intentos de mantenimiento de quilos tengo la sensación que he perdido alguno estas semanas y no puedo ir por ese camino porque me cuesta bastante recuperar el aspecto físico óptimo cuando adelgazo sin razón en demasía.

A esta hora, sinceramente, yo no sé las razones que entraña el aumento energético en este primero de mayo. No oteo ningún cambio argumental salvo que, quizás esta luna creciente, o esta nueva página del calendario, entrañen una nueva perspectiva inconscientemente. O se hayan encendido nuevos candiles que nos abran veredas en el bosque; aunque puede que solo se trate de una coyuntura circunstancial y mañana sumerja de nuevo la apatía.

Nos queda la incertidumbre y esta suele ser tozuda en ofrecer visos comprensibles desde la realidad.

Mientras tanto, hoy viernes 1 de mayo hasta me he descubierto tarareando la canción que caía en la radio entre una lavadora y otra (sigo con la labor cambio de armario, tarea que espero finiquitar mañana), o entre esa otra actividad que me cautiva muy poco: recoger la ropa tendida, planchar (lo odio) y guardar.

En fin, mañana os contaré el nivel de ímpetu o nervio que mantengo o puede que simplemente sea real la afirmación de James Thomson, “de entre los meses cambiantes, mayo trae los más dulces”. Ojalá este mayo nos venga tan florido como necesita nuestro ánimo, nuestra economía…nuestra SALUD.

Y no, no se me olvida que hoy es 1 de Mayo, día del trabajador, pero con tanta incertidumbre laboral y tanto desasosiego entre profesionales de todos los no me atrevo a trivializar con este tema.

Solo espero que sea realidad la frase de Edwin Way Teale: “Todas las cosas parecen posibles en mayo”.

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