Día 9 del #Desconfinamiento #Fase0

Ayer no hubo diario, hoy tocaría jornada doble, pero al inicio de este escrito no percibo que vaya a explayarme en exceso.
Después de dos meses, las rutinas son demasiado monótonas, las variaciones en la cotidianeidad son mínimas y las reflexiones y opiniones que se alborotan en mi mente no son proclives a ser publicadas en esta red social.

Quizás, porque algunas de ellas son visionadas desde el prisma de unos principios y valores muy personales, basados únicamente en mi educación, mis sensaciones, mis pensamientos, creencias, ideología, conciencia, etc. Y, sinceramente, aunque esta red social es abierta a diversos contenidos, yo no la concibo como la plataforma más adecuada para publicar opiniones o comentarios que puedan generar debate.

Además, esta coyuntura de la pandemia está extremando demasiado la virulencia verbal, la toxicidad en los argumentos, las fake news, (es decir, las mentiras de toda la vida) y, aunque creo que soy tolerante, también es cierto que algunas veces mi locuacidad me puede llevar a exponer argumentos que pueden generar controversia y, como digo, no percibo adecuada esta red social para ello.

Siempre queda la posibilidad de acogerse a otros pretextos, pero no por ellos fantasiosos, como que llevo dos días con ligeras migrañas que bloquean la lucidez para sentarse ante esta pantalla en blanco, o que, finalmente me he decidido por intentar la concentración estudiantil y, puesto que al parecer me quedan un par de semanas de confinamiento, como se diría vulgarmente “le he metido mano al Máster y al inglés” para, al menos, no acabar esta etapa de encierro con mal de conciencia por no haber aprovechado el tiempo en avanzar en estas tareas.

Y, comento todo esto no para ofrecer excusas. Como dijo no recuerdo quien, “no hay que buscar una excusa para abandonar, sino encontrar motivos para continuar”.

Y hoy son varios los motivos: el santo de mi “trastito” (mi sobrina Nerea), el día mundial de la enfermería, el XI aniversario de la muerte de, en mi opinión, uno de los mejores músicos que hemos conocido los que peinamos canas, Antonio Vega. Es decir, siempre hay “motivos”.

De entre todos ellos y, aunque hoy tampoco dispongo de la capacidad de palabrería de otras jornadas, tras felicitar y reírme (lo mucho o poco que me he reído hoy) con las ocurrencias y el “marujeo” de Nerea (quien por cierto, este encierro le está haciendo crecer agigantadamente en madurez. Ha descubierto que es “manitas” en la cocina, se organiza perfectamente para estudiar con las clases virtuales tanto en el colegio como en gimnasia, ha “aprendido” a “hablar por teléfono” –tiene buena maestra en casa…jejeje-, incluso ha avanzado en sus hobbies, como cantar y bailar, escribir y dibujar…), me voy a quedar con el aniversario del adiós de uno de los grandes de la música del siglo XX, puesto que de la enfermería ya he ofrecido mi opinión a lo largo de estas semanas recogiendo incluso comentarios escritos por los mismos profesionales de este colectivo, necesitados de otro tipo de recursos que van mucho más allá de los aplausos a las 20.00 h.

No obstante, no voy a hacer ni un epitafio ni una alegoría de un músico que ha sido (y sigue siendo) inspirador incluso de composiciones musicales enriquecedoras que, sin embargo, no han igualado su capacidad de creación, su cuidada composición lírica, el arpegio de su guitarra, la candidez de su voz o la poesía literaria de las letras de esa obra de arte que es cada una de sus canciones…

Los coetáneos a mi generación, e incluso los de una generación anterior o posterior también, seguro que un día como hoy hemos recurrido a aquel vinilo o casete para escuchar, La Chica de Ayer, El Sitio de Mi Recreo, Se dejaba Llevar, Lucha de Gigantes, Háblame a los Ojos o Esperando Nada….

Lástima que esa permanente insatisfacción que acompaña a los genios lo enganchara a las drogas. Lástima que sus últimas imágenes públicas conjugaran su aparente fragilidad y su deterioro físico con la magia de su voz y su música, esa que expresaba con la mirada perdida o con los ojos cerrados (por timidez decían sus allegados). Lástima que “su tiempo” lo embaucara en todo lo malo que envolvió los “años de la movida”.

En una de sus últimas entrevistas públicas construyó una de esas frases que, cuando falleció, un día como hoy hace 11 años, se convirtió en cita célebre “he vivido mucho tiempo de descuento".

Ese tiempo de descuento es el que nos permitió a los que todavía hoy nos emociona escuchar los acordes que combinaba magistralmente en su guitarra, convertir en leyenda aquellas canciones que hoy (confinada y con lluvia al otro lado del cristal) tarareo con una sonrisa…porque son el eco de aquel tiempo pasado tan vigente en el presente, porque la música, como dijo el propio Antonio “no tiene ni tiempo ni momento, porque siempre hay tiempo y momento para la música”.

Himnos como La chica de ayer (que siempre hemos querido creer el relato de que la escribió en nuestra playa de la Malva-rosa) o El sitio de mi Recreo, los habré escuchado miles de veces, no exagero nada.

Sin embargo, hoy, a pesar de todo lo que representan ambas canciones en nuestra propia historia, en nuestra propia vida, en mi vida, hoy me quedo con este ESPERANDO NADA, porque ahora, en este mayo de 2020, existe tanta incertidumbre que quién es capaz de definir qué espera, muchos vivimos en barbecho y, como cantó DON ANTONIO VEGA estamos….

…sentado esperando la llegada
de la suerte no podía tardar…
Y pasó tanto tiempo que llegue
a ver sombras en color.
Y pasó tanta gente por delante
que nadie me vio….

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