Día 13 del #Desconfinamiento #Fase0

Llega el momento de encontrarnos con la realidad. En poco más de 24 horas iniciaremos por aquí la #Fase1, esa que la pasada semana nos encorajino no alcanzar y que ahora, “celebramos” como el logro de quien consigue un objetivo altamente ambicionado. Intentar ver el final sin hallar la salida es complicado. Ahora se abre un sendero…

Sin embargo, no voy a reiterar en la necesidad de la autorresponsabilidad para seguir avanzando, ni voy a dar abono a las bestias carroñeras que han proliferado sin disfraz a borbotones los últimos dos meses por todos lados.

Hoy esta publicación es más personal en una semana de días lúgubres (el sol ha vuelto a esconderse. Nos pegamos un atracón cuando se hizo presente en esta oscura primavera y parece que decidió dejarse conquistar por las nubes hasta mejor rato), con la cabeza incordiando con leves dolores y ese embotellamiento que te origina sentir el peso de los pensamientos…porque no sé a vosotros, pero a mí hay días que la cabeza pesa, es la única parte del cuerpo que percibo como una fuerte carga que tensiona el cuello donde se apoya, los hombros caen como plomos y un ligero dolor se extiende en vertical por el cuerpo.

Esquivar los acantilados emocionales y desvaríos físicos ha sido mi objetivo esta semana en la que se ha conjugado el miedo a salir, con la incomodidad de la afonía, la cabeza desequilibrada y la incertidumbre de haber tenido que ser sometida por ser tan largo el tiempo sin voz a una prueba de PCR, que como era de prever fue negativa (era difícil, que el bicho me hubiera rondado cuando mi aislamiento solo se ha quebrado 5-6 veces en dos meses y no he interactuado más que segundos con alguna dependienta en el mercado o la farmacia).

No obstante, a pesar de la apatía que me ha acompañado estas últimas jornadas como no lo había hecho con anterioridad en las ya 10 semanas de encierro, la férrea intención de no dejarse vencer ha sido superior. Ante la dicotomía de permitirse unos días de “meninfot” o aferrarte a la actividad (aunque fuera en segunda marcha), ha prevalecido lo segundo.

Por diferentes motivos, he ocupado más tiempo a mis tareas profesionales (cada vez se hace menos llevadera la distancia física con el equipo de trabajo en un momento de continuos cambios en la empresa, en el que se están construyendo nuevos conceptos y es necesario emplearse en nuevas planificaciones, elaborar nuevos productos competitivos, etc.), he aceptado el rol de alumno y he dejado de intentarlo para pasar a los hechos y retomar los estudios en los que estoy enfrascada (aunque haya tenido que leer algunos capítulos hasta en dos ocasiones) e incluso, he sido constante con el ejercicio físico (sin operación bikini he logrado tonificar casi todos los músculos del cuerpo...jejeje).

En horas iniciaremos una nueva etapa y, yo no sé vosotros, pero yo debo padecer eso del “síndrome de la cabaña” que he leído por ahí porque ahora que voy a poder, temo salir de esta zona de confort en la que, con reticencias, nos hemos acomodado y ahora hemos de comenzar a enterrar en el olvido.

Es la hora de recuperar los sueños construidos durante más de dos meses y que se escenifican en retos tan sencillos (pero también tan imposibles en esta reciente época) como abrazar a la familia, programar el día que saldrás a comer fuera de casa, valorar con quién compartirás esa primera gran hazaña de sentarte en una terraza o restaurante para “compartir momentos”, volver al puesto de trabajo, visitar un museo, ir de compras…o a quién podrás regalar el primer abrazo sin pedir permiso.

Se abren paso nuevas prioridades, aunque nos inquiete no estar arropados por la comodidad de nuestro sofá o la protección del abrazo a nuestra almohada. Hay que confiar que el azar nos traiga suerte y dejemos de escondernos cada mañana.

Llega el momento de adquirir confianza también ante nosotros mismos para mirar cara a cara esta “nueva normalidad” (no puede ser más complicado de asimilar este concepto creado por la propia OMS en Austria y que fue tomado por el organismo internacional de la salud el pasado 16 de abril para referirse a la preparación de la nueva etapa post-Covid-19. Por cierto, no es una invención del presidente Sánchez, otra mentira de esas que han ocupado espacio en prensa e incluso horas de debate. ¿De verdad que los “tertulianos” o pseudoperiodistas que pululan en los medios y redes no han podido acceder a este dato que yo he encontrado en fuentes oficiales sin apenas esfuerzo?...cuánto tiempo perdido y cuánta estupidez encumbrada).

Hoy, puesto que la cabeza continuaba envuelta en cierto desequilibrio, he intentado dar el primer paso, buscar nuevos caminos para caminar, no huir de la ciudadanía sino atemperar la inquietud al ver grupos acercarse a mi persona, me he alejado dos metros y he aligerado el paso nerviosa por no coincidir ni unos centímetros con nadie. Se trataba de ser eficaz ante las recomendaciones sanitarias, aunque yo parecía huidiza de la sociedad.

Ya se sabe, “el mayor rival, siempre es uno mismo”, y yo confieso que en época de cambio, a pesar de que este sea una mejoría, siempre me produce turbación emocional e incluso física. Afrontar cualquier variación que me desprenda de ese agarre ha sido un diminuto paso, pero un avance necesario para que, aunque precavido, recuperar espacios de libertad personal y social.

A partir de estos instantes hay que desenredar la maraña que nos ha tenido atrapados. Seria importante que desdibujáramos los recuerdos dañinos de lo vivido estos dos últimos meses y sus evocaciones las aliviáramos con la necesidad de, aunque precavidos, activar nuestra economía, acondicionar nuestras antiguas rutinas a la “nueva normalidad”, agudicemos nuestra imaginación para adecuar nuestras vidas a una era que hemos de diseñar a nivel individual y a nivel grupal, donde habremos de bailar entre lo extraño y lo conocido.

Para ello, nuestro activo ha de ser la generosidad, el compromiso responsable y la sensatez. No nos lancemos a lo que no son nuestras prioridades sino la de determinados colectivos (políticos y económicos principalmente). Seamos astutos y mostremos individualmente todo de lo que esos grupos (grandes y pequeños) carecen. Que solo nos erice la piel nuestras emociones y no las sensaciones que, de forma deshonrosa y antisolidaria, quieren despertar en nosotros esas comparsas, cuadrillas o equipos repletos de intereses.

Y permitirme que, a pesar de la trivialidad exponga un ejemplo que me sonroja mostrar pero que puede ser una muestra de cómo se puede “erizar la piel” y “manejar a la masa” (conceptos que ya sabéis salen del libro de Elías Canetti).

Hoy ha vuelto la competición de fútbol en Alemania, ha vuelto la Bundesliga y, los informativos televisivos han dedicado minutos e incluso horas con la transmisión de casi todos los partidos jugados, las emisoras de radio han programado un carrusel con la narración de partidos tan apasionantes y con tanta afición en la sociedad española como los encuentros entre el Hoffenheim y Hertha Berlin, el Augsburgo-Wolfsburgo o un Borussia Dortmund-Schalke 04.

Sinceramente a cuántos les interesa este “fútbol”. Pues amigos, como os digo, han ocupado minutos de prime time en televisión y hasta horas en varias emisora y yo soy una de las que ha ocupado un tiempo también viendo el último partido.
Sin embargo, seamos astutos. Contextualicemos nuestros objetivos y nuestra cotidianeidad en el seno de los factores que nos marquen las autoridades sanitarias.

El coronavirus está ahí, lo desconocemos casi tanto como los que llevan semanas trabajando arduamente para atajarlo como pandemia, pero necesitamos convivir con él desde la precaución. Para andar no hace falta saber el camino, solo hay que poner voluntad, superar temores pero no mostrarnos ingenuos ni imprudentes ni facilitar la excitación de nuestras emociones que, insisto, intentan articular como armas arrojadizas solo determinados colectivos.

No es tarea fácil, no nos mostremos ilusorios pero, como dijo Gandhi, “cuando hay una tormenta, los pájaros se esconden pero las águilas (excelente metáfora para quien quiera leer entre líneas) vuelan más alto”.

Ante ello, qué pasaría si fuéramos los pájaros los que desplegáramos nuestro vuelo en esta “nueva normalidad”…Reflexionemos y como decía el periodista Edward R. Murrow, “Buenas noches, y buena suerte”.

(Por cierto, quien no conozca la historia del periodista demócrata y el porqué de esta frase, la película de G. Clooney retrata perfectamente el significado de esta frase. Os la recomiendo)

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