El Estocazo

Libró varias batallas. La vida que diseñó era perfecta, en ella encontró acomodo a sus emociones, sus sueños y utopías. El presente inventado existía y servía.

Hasta que llegó el golpe. Y en ese instante se percató de la artificialidad de su realidad. Ninguneado, doliente, el mundo minuciosamente creado ya no era cobijo.

Era necesario cambiar de piel aunque en esa metamorfosis pudiera enloquecer.

Decir adiós siempre crea remordimiento. Cerrar capítulos y saltar hacía otros lares provoca alteraciones. Su cuerpo lo sabía, su mente lo intuía y su corazón lo sufría pero olvidó el “no puedo”. Tenía que ser valiente.

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