A SU MANERA

Sentado junto al mar pasó sus últimos suspiros. No importaba la lluvia o el sol radiante, los vecinos del pequeño pueblo marinero donde llegó solo unos años antes se acostumbraron a verlo recostado en aquella vieja silla de madera mientras contemplaba el mar. Generalmente su silueta se dibujaba desde la lejanía a primera hora de la mañana o en la caída de la tarde, cuando la luz resplandeciente abría el amanecer o al caer la penumbra que da el adiós al sol mientras espera seductora la rutilante aparición de la luna.

Para muchos de los habitantes de aquel costero lugar, don José era un hombre raro, porque parece que solo de esta forma tendenciosa se puede adjetivar a los personajes que viven y sienten a su manera….

Don José siempre fue singular. Desde que llegó ya maduro al pueblo se mostró misterioso. Pocos, muy pocos, llegaron a saber que su presencia en aquel lugar era solo la necesidad de habitar en un nuevo refugio donde poder calmar sus defectos y atemperar aquellas manías que ni los senderos cruzados, ni los incendios vividos, ni las risas lanzadas, las ferias visitadas, las fiestas disfrutadas, ni las personas con las que compartió travesías supieron modelar.

Sentía y vivía a su manera, mientras intentaba descubrir el camino…su camino. Lleno de miedos, dudas y temores surcó tantos mares que, a las puertas de la inevitable vejez, continuaba receloso cada vez que giraba una nueva esquina en su travesía vital. Le costaba tanto sonreír como decir te quiero. Y sin embargo, en su vida disfrutó y amó sin reservas.

Todo lo experimentó siempre a su manera.

Sus nuevos vecinos desconocían que le gustaba tanto callar como escuchar, era el silencio su estado preferencial aunque, en ocasiones, se rompía la calma por el estruendo que sus propios secretos le provocaban. Secretos de momentos imaginados, historias no vividas, pensamientos solo soñados, amores no mostrados, pasiones no sentidas, bailes no bailados, gritos constreñidos, ira no explotada. Pero también, misterios de días disfrutados, ratos excelsos, quereres inefables, experiencias extasiadas, anécdotas sublimes, rincones paradisíacos, gente maravillosa.

Su larga travesía le devolvía siempre al refugio que le ofrecieron en momentos pasados otros lares y otras emociones sentidas. Siempre le pesó más el ayer que la potencia del ahora y la brisa del presente.

Y en la permanente evocación del ayer su mayor rival era él mismo, sus barreras internas, su poliedra personalidad y esos principios y valores adquiridos en alguna vida no recordada, o en alguna sociedad habitada que en su conciencia se erigía casi siempre inquisidora.

Y sin embargo, a su manera, fue feliz, muy feliz. No relativizaba la dicha, como tampoco podía menguar la desolación. Su barca de vivencias se balanceó entre el pesimismo y el deleite, la desazón y el júbilo, el fracaso y la satisfacción, el gozo y el llanto. Era su manera. Fue siempre su manera, esa que le impedía hablar sin pensar, cruzar esa roca, surcar esos mares, subir esa cuesta…esa manera que ahora le trajo de nuevo al mar para reposar al llegar a la orilla y allí despedirse de su mundo, ese que siempre intentó devorar…a su manera.

Porque a veces, la mejor manera de vivir, es vivir a tu manera.

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