Día 10 de #QuédateEnCasa

Con esto del confinamiento está resultando muy complicado ubicarte en el día de la semana que estás y más cuando aquí en València, esta semana, en teoría, teníamos programadas las fallas y, por tanto, un festivo intersemanal. Al despertar hoy, todavía en estado de somnolencia, he mirado el teléfono que, como creo ocurre a mucha gente, igual sirve de despertador que de calendario.

Con el pretexto de hacer algo diferente mientras desayunaba se me ha ocurrido que hoy era el día de la limpieza, pero de las gordas, no como decía muchas veces mi abuela, “hacer la limpieza de la suegra”, es decir, pasar la escoba solo por lo que se ve, había que arremangarse.

Sin embargo, pronto me he sentido un tanto turbada. Con la radio de compañía, a pesar de ser una emisora musical, han anunciado que este encierro se prorrogaba dos semanas más, concretamente hasta el 12 de abril.

¡¡¡Uff!!, en seguida me he percatado de aquello que ayer noche se cruzó por mi pensamiento pero que hoy era fácil predecir, conclusiones que seguro han sido compartidas por más personas y que se centraba en la razón del vacío y largo de contenido de la comparecencia del presidente del gobierno en la noche de ayer. Fue un discurso extenso, con un contenido vacuo políticamente, aunque sí envuelto de un halo paternalista, sin eso que a los periodistas nos gusta decir: grandes titulares.

Ahora, mientras estaba ya con el cepillo limpiando mi alfombra (sí, a la vieja usanza, nada de aspiradora, por eso hoy adelanto este diario y me he saltado la etapa quilométrica programada para hoy en la cyclostatic. Estoy agotada físicamente) se ha cruzado por mi cabeza que lo que hizo ayer Sánchez fue acomodar nuestra mente para amortiguar el abanico de emociones que, si antes revoleteaban ya en nuestros sentidos, ahora construían una maraña de inquietudes al sabernos que este extraño estado que nos tiene aislados tiene como fecha de prolongación hasta el próximo 11 de abril.

Desazón, incertidumbre, ansiedad, preocupación, desasosiego…, muchas van a ser las sensaciones que vamos a experimentar en las jornadas venideras. Con algunas de estas emociones ya nos hemos habituado a convivir los últimos días, pero al ver el calendario y adquirir conciencia del periodo que representa este retiro social me ha entrado pavor. Si el día tiene 1440 minutos y nos quedan desde hoy 21 día de reclusión eso suma más o menos 30.240 minutos de alejamiento social.

Era necesario detener la tarea y sentarse un poco en la terraza a sentir la brisa en el rostro, cerrar los ojos y estancar nuestros pensamientos en el ahora, para que no se aturdan nuestros sentidos ni alborote nuestra fortaleza emocional.

He pensado en la necesidad de aplicar eso que los psicólogos definen como resiliencia, que no es más que la capacidad de adaptarse positivamente a situaciones adversas como la que ahora vivimos.

No es fácil cuando recibes al mismo tiempo noticias de personas próximas o personajes famosos que han perdido ya la vida por el maldito bicho; pero ante la posibilidad de vivir con aflicción los próximos días o buscar resquicios para afrontar esta tormenta, toca no discernir y quedarse con eso que parece tan complicado de divisar en estos momentos y que denominamos optimismo.

Se acercaba el mediodía. Las noticias confirmaban la gravedad de la coyuntura que, no obstante, sigo percibiendo irreal. Estar en contacto con el entorno periodístico desde dentro implica que dispones de algunas informaciones que se siguen publicando sesgadas. Y te entra el pánico y el miedo ese que nos invitan a no tener pero al que, por otra parte, recurren desde algunas peroratas políticas y periodísticas para amedrentar a una masa que imaginan mucho más manipulable de lo que es.

¿O quizás no?

Esta tarde, mientras repasaba las redes sociales me ha enervado muchísimo (por no decir que me ha sacado de quicio) leer mensajes en twitter que no solo rozaban la indecencia sino que eran amorales, inhumanos e incluso antiéticos en la presente coyuntura.

Desde luego, es verdad que el mundo moderno ha inventado twitter para desahogarnos, pero también es cierto que esta red social se ha convertido en un instrumento peligroso para la libertad de pensamiento. ¿Acaso alguien se había referido a las Fake News con anterioridad a la proliferación de las redes sociales?

Estos días la tecnología es el bálsamo para mantenernos comunicados con la familia, amigos e incluso compañeros; accedemos a contenidos musicales, culturales y periodísticos que de otra forma sería imposible obtener; sin embargo, esta ventana también genera un grandioso peligro que, ya ha sido utilizado con anterioridad a este momento.

Generar opinión entre la sociedad resulta sencillo. Según pude estudiar en el máster sobre comunicación política en 2015, allá cuando los denominados nuevos partidos comenzaban a obtener un posicionamiento real en las instituciones, se comentaba la fuerza que ofrece entramar una red de “opinadores”, o lo que ahora se denomina más comúnmente “influencers”, que envían sus peroratas para generar controversia, iniciar falsos “diálogos” o, más tecnológicamente hablando, crear tendencia.

De esta forma consiguen fabricar informaciones de lo que solo es una opinión subjetiva, o mejor, intencionada y sesgada a la realidad para producir una reacción colectiva. Se lanza el mensaje, se distribuye entre 10-20-30 generadores de opinión (no importa su capacidad intelectual ni su apego a la hipocresía, la mentira o la verdad y la honestidad) y se germina una opinión que luego será esgrimida política, social o económicamente, según los intereses del poderoso emisor, alguien que, por otra parte, jamás aparecerá en la cadena comunicativa…salvo excepciones.

Es decir, se consigue aquello tan antiguo que inventó Goebbles, el artífice de la propaganda nazi y uno de los “padres” de la publicidad hitleriana que fue capaz de cautivar a millones de personas (habría que recordar aquí que Hitler en las elecciones de marzo de 1933 en Alemania consiguió un 44% de voto).

He buscado en mi biblioteca y he releído algunos pasajes de la obra “Masa y Poder” del novelista y ensayista, premio Nobel de Literatura en 1981, Elías Canetti. Pocos libros como este para entender la capacidad de movilizar a la sociedad bajo unos intereses que, en general, se desvían bastante del bienestar social de la mayoría de la población.

Ahora que quiero creer en la generosidad y solidaridad real de la gente, esta tarde ciertos mensajes y un rato de lectura de Canetti me ha causado cierta inquietud.

En “Masa y Poder” el pensador nacido en Bulgaria escribe: “Quien quiera dominar seres humanos intentará rebajarlos, privarlos arteramente de su resistencia y sus derechos hasta tenerlos impotentes a sus pies, como animales (…) Su objetivo será siempre succionarlos y digerirlos. Le es indiferente lo que de ellos quede”.

Ahí está la clave. La muchedumbre extasiada, herida, angustiada es endeble porque cada día de este letargo representa un poco más de nervios y una ventana a anestesiar el dolor, el miedo y la inquietud por aquellos aprendices de Goebbles, que, como dirían los gallegos haberlos haylos, y en casi todas las tendencias políticas.

He decidido reducir mi acceso a twitter no sin antes lanzar un mensaje que también plasmo ahora aquí “Creo q va a ser buena idea extender el confinamiento a twitter y dejar que solo los oportunistas y amorales muestren aquí su carencia de ética, valores y humanidad. Dejémoslos que ladren, estresarse ante tanta indecencia nos hace daño en una moral que necesitamos para otras cosas. Porque esto pasará y cada cual quedara retratado. Esta coyuntura va a dejar facturas que se habrán de pagar y cuidado….la gente no es tonta”; aunque sinceramente generalizar no creo que sea un buen recurso, también tengo dudas de mi última frase.

Así que, con el desapego, o al menos, con el control racional del dedo para no escribir en redes sociales y a pesar del cansancio por la limpieza doméstica, he procedido a cumplir con mi hora de ejercicios y sentarme ante esta pantalla para recopilar un día que por cierto, me recuerda que hoy teníamos programado el primer gran acto de la Semana Santa Marinera, lo que se pretendía fuera una comida de hermandad con reconocimiento a personalidades de la fiesta grande de la València Marítima y la entrega de medallas de la Junta Mayor.

Sin embargo, hoy la comida ha sido un puré de verduras y una pechuga de pollo y de compañía la televisión de fondo como murmullo.

Por cierto, que esta prórroga del estado de alarma nos lleva, en principio (creo que la situación se va a alargar más en el tiempo) a concluir el confinamiento en lo que sería el domingo de resurrección, el segundo día grande del Marítimo, una jornada que, tampoco el pasado año por la lluvia, pudimos celebrar.

Celebrar es lo que más apetece ahora, ovacionar, abrazar, reunirse. Casualmente una celebración familiar fue el último acto que me dejó la última fotografía, el último selfie, antes de este confinamiento. Fue una reunión de primos hermanos que organizó mi padre y en la que nos añadimos algunos de la segunda generación, con ese brindis que ilustra estas palabras hoy cerramos estos primeros 10 días de un momento que esperemos recordar en un futuro como una anécdota.

Mañana comienza semana, se prevén lluvias lo que puede ayudar a menguar la ansiedad de la clausura, pero también abrir el baúl de la morriña. Tendremos que crear de nuevo ruinas domésticas, hablaremos con los amigos, nos reuniremos telemáticamente con la familia e iniciaremos otra semana laboral desde una distancia física que crea mucho frio, porque la soledad cuando es forzada genera mucho frío aunque, benditos los cojines y la almohada que te permiten abrazar algo imaginando que llegará el día que ese algo será alguien de los tuyos.

Hoy más temprano que otros días…me voy de concierto…Sidecar y Los Secrestos.

Bona nit!!!

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