Día 13 de #QuédateEnCasa

Nunca he sido de sonrisa fácil. No sé si definirme como carente de sentido del humor o como pansa o agria, como cariñosamente me llama mi hermana alguna vez. Ella es extrovertida, super sociable, abierta, alegre, es decir, posee todas esas cualidades de las que yo escaseo. Sin embargo, hoy, que ha sido informativamente un día bastante pésimo, he decidido que a esta hora, por qué no repasar todas esas pequeñas anécdotas que también se viven en este confinamiento a pesar de vivirlo físicamente en solitario.

Porque este día de la Anunciación y la Encarnación (formar parte de la Junta Mayor de la Semana Santa Marinera y publicar cada mañana audios con curiosidades, historias y anécdotas de la fiesta grande de la València Marítima tiene la ventaja de aprender mucho de lo que es la raíz de nuestra propia historia como pueblo –Ah, por cierto, haré propaganda y para todo aquel que no la conozca y quiere aproximarse a ella, aquí se publica cada día un relato o anécdota de la segunda fiesta más importante de la capital del Turia: https://www.ivoox.com/podcast-histories-setmana-santa-marinera_sq_f1870848_1.html-), en este 25 de marzo nos ha golpeteado conocer como primera información de la mañana que en las últimas 24 horas murieron 738 personas y que la cifra total de gente víctima del dichoso virus es cercana a los 3.500 fallecidos. Nunca unos números han estado acompañados de tanta turbación, nerviosismo, ansiedad, miedo, desazón…tristeza y pavor.

Cada fin de semana esta sociedad se ha acostumbrado a oír dígitos sobre muertos en accidente de tráfico; sin embargo, poner cara y nombre a alguno de ellos es un golpe en las entrañas que es difícil superar.

Ese dolor que es singular cada fin de semana, en esta pandemia del coronavirus es generalizado. Los últimos días hemos comprobado que deportistas, periodistas, personajes conocidos o famosos e incluso, personas próximas a nuestro entorno, se han ido con la parca a causa del maldito bichito venido, dicen (ya dudas de casi todo) de Oriente.

Esa maldita manía de desayunar escuchando la radio tiene eso. Hay días que te cambia el humor, otros que te sacuden las emociones y los hay que incluso condicionan tu estado anímico para el resto de la jornada.

Aunque siempre hay un punto de inflexión. Para mí, hoy ha sido ese momento. Divisar un territorio ario más allá del infinito que observo al subir la persiana cada día mientras me alimento de soledad en este encierro, endilgaba mi día hacia un derrumbe que no me puedo permitir.

Sentada ya en el despacho mientras desayunaba he parado el mundo, porque a veces, si vas en precipicio lo mejor es no mirar abajo. He decidido mirar al frente y cambiar el paisaje.

Así que he trasladado los 2 pc el radiocasete y todos los bártulos hasta el sofá y montar el despacho junto a la terraza para que, aunque la luz sigue siendo gris estos días (otra turbación para una sociedad mediterránea acostumbrada a estar envuelta de luz solar, muchas horas del día, pero en donde el sol lleva demasiados días sin querer salir esplendoroso), dejar en la despensa los recuerdos y alimentarme no de melancolía, sino de optimismo.

No es tarea fácil para alguien que está acostumbrada a que la acusen de falta de sentido del humor y que, sinceramente, cuesta mucho extraer una carcajada. Y no precisamente por desánimo sino porque, la verdad, a pesar de ser consciente que la risa libera endorfinas y que una risotada mejora el sistema inmunológico, me cuesta mucho sonreír. Por cierto, entre las consecuencias de este encierro está el parón a la segunda fase de proceso de blanqueamiento dental. Sí, puede que el hecho de no sonreír radique en un tipo de complejo personal con mi boca. Sí, confieso que, sin ser exactamente complejos, sí que, como todo el mundo, hay algunas partes de mi cuerpo que no me gustan, una son las uñas, la otra es mi dentadura, afectada por ingerir tetraciclina en mi etapa infantil. La tercera parte ya mejoró bastante la pasada primavera aunque continuaba en vías de progreso; aunque ahí, puede que este retiro, si continuo con el ritmo de ejercicio establecido puede paliar las programadas sesiones de mantenimiento de esa pequeña transformación más necesaria psicológica que físicamente.

Uff!! Me pierdo. Estábamos en que a veces, es mejor huir de la realidad, buscar cobijo, imaginar. Sí, al final, eso de intentar dejar de soñar para actuar es demasiado recurrente porque la vida no es soñar sino vivir y trabajar por cumplir sueños. Ya lo escribió Calderón, “una pena imaginada es más que acontecida”. Y a pesar de todo seguimos dibujando señales de humo y fantasías que envilecen nuestra realidad.

Sin embargo, hoy he preferido imaginar a conocer. Por eso, con el despacho montado a plena luz, por ejemplo, la única rueda de prensa que he escuchado ha sido la del presidente de la Federación Española de Fútbol, y porque tenía que extraer los titulares para colaborar con el equipo de compañeros en preparar la información que ofrecer a nuestros espectadores, oyentes y seguidores en televisión, radio y redes sociales. Del resto he huido velozmente.

Solo he conectado la televisión dos momentos, para ver los dos informativos del medio en el que trabajo, que todos ya sabéis es À Punt Media. En la radio, conectaba cada hora pero solo subía la voz cuando intuía que llegaba el momento de comunicar la última noticia deportiva destacada.

El resto, ha sido música. Ni cine, ni series, ni documentales, nada que me tentara a cambiar de canal. Solo música y además, para evitar tentaciones, música elegida, nada de conectar una emisora a la espera de….He estado escudriñando bien mi pequeña discoteca y he recogido solo la música que me remite a situaciones de bienestar.

No se trataba solo de escapar, el objetivo era no caer. Y a estas horas puedo decir que lo he logrado. No me he desternillado pero sí me ha resultado gracioso ver a dos vecinos pasear al perro cada uno a más de 3 o incluso 4 metros de distancia, pero luchando cada uno con su animal doméstico porque estos, ante ciertas llamadas de la naturaleza y sin entender de confinamiento, pretendían estar juntos, muy juntos…sí, exacto. Os funciona bien la imaginación.

Luego durante mi clase de yoga, por esas casualidades que a veces te asustan, ha saltado el canal a una cacofonía extraña en la que, te mostraba escenas curiosas de personas intentando hacer ejercicio. No sé si era una indirecta del ordenador para advertirme que no estaba realizando correctamente la clase o que, hoy quizás, no era el día para pensar solo en la respiración y en relajarse.

Aquí sí me he reído un rato. Tumbada sobre la alfombra, ataviada perfectamente y con media clase superada, el estiramiento de los costales se ha quedado en risa al ver que, bueno, en esto que siempre se me había dato tan mal del ejercicio físico, en comparación con otras personas, me ha crecido mucho la autoestima.

He parado la clase, ya estaba casi consumida pero, tal vez, hoy no era el día, así que lo mejor era una ducha rápida antes de dar un repaso último al trabajo. Otra duda me ha invadido al mirarme en el espejo, (por cierto, ¿por qué nos miramos en el espejo cuando nos secamos el pelo?, aunque no era ésa la duda sino, ¿de qué color voy a tener el pelo cuando acabe este confinamiento? Esta semana me tocaba peluquería, pero… ¿cómo le diría a mi vecino, el generoso que se ofreció a traerme lo que necesitara de compra, que me trajera tinte para tapar las canas? Y ¿cómo es eso de tintar el pelo desde casa?

Uff, además de poco graciosa nunca he sido nada manitas. Al pensar en esa posibilidad he recapacitado, casi mejor dejar que surja el tono platino en la melena y con el fin del encierro cambiar de look por la mano de expertos….(Espero que mi estilista no lea esto o puedo recibir ipso facto un mensaje advirtiéndome de un “no te toques el pelo”, como me repite tantas veces).

Con este humor sin ver noticias, he compartido video llamada con la familia y me he preparado la cena. Donde también hoy he roto el menú. He cambiado el pescado y las verduras programada por pizza, un manjar de lujo para mi estómago (que espero se mantenga estable mientras dure esta pandemia). He buscado pero no he encontrado nada de vino. Creo que ese es otro de los productos que tendré que incluir en mi lista. No es habitual en mi beber alcohol pero, puestos a evadirse del covid-19, la China y las noticias, puestos a ausentarse de nuestra realidad, una copita de vino blanco o espumoso rosado hubiera sido estupendo para cerrar un día que, no obstante, cierro ahora mientras escribo con música de Love of Lesvian de fondo, uno de esos grupos que no hubiera descubierto si no fuera por ese gusto de mi hermano a lo que se llama ahora “música alternativa” y que se aleja tanto de los grupos estrictamente comerciales.

A todo esto, creo que al final en lugar de redactar una reflexión graciosa solo ha quedado un melifluo comentario, puede que poco ingenioso y quizás algo pueril pero ya lo dijo George Carlin, “si una persona sonríe todo el tiempo, probablemente vende algo que no funciona”.

Y quien esto escribe, ni tiene espíritu comercial ni sabe vender aquello que no siente.

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